A Guarda ciudad

A Guarda


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La Guardia[1]​[2]​ (en gallego y oficialmente A Guarda)[3]​ es un municipio español que pertenece a la provincia de Pontevedra, en la comunidad autónoma de Galicia. Está situado en la costa atlántica, junto a la desembocadura del río Miño, en el extremo suroeste de la provincia. La historia de la villa de La Guardia está en gran medida condicionada por su emplazamiento geográfico privilegiado. Lugar estratégico con abundantes recursos naturales ideal para el asentamiento humano y las fricciones políticas entre estados. El inicio de la historia de La Guardia empieza con los primeros restos humanos encontrados en la zona. Concretamente, fue en las distintas terrazas que conforman el valle del río Miño donde, sobre el 10000 a. C., empezaron a asentarse grupúsculos de hombres mesolíticos, en la falda del monte Tecla que llega hasta el río, que se expandieron por el valle y por la costa próxima, zonas propicias para la subsistencia. El siguiente capítulo fue en el Neolítico, entre el 5000 a. C. y el 2000 a. C., en el que se encontraron en distintos lugares un perfeccionamiento de la industria lítica. Lo más característico de este período son los petroglifos, grabados en las piedras con dibujos esquemáticos con gran valor documental sobre la vida de este período. Entre el 2000 y el 1000 a. C. nos encontramos con la Cultura de Bronce en el que se manipula este mineral para hacer, tras la oportuna fundición, un amplio abanico de objetos. En estos años también se datan los primeros contactos por mar con culturas mediterráneas, primero los fenicios y, después, los griegos. Durante el primer milenio a. C. se consolidó la Edad del Hierro que tendría como manifestación más determinante la cultura castreña. Sin duda, esta fue la etapa de mayor esplendor en la historia de La Guardia y de esto dan muestras multitud de restos, sobre todo en la abundancia de castros: Santa Tecla, A Forca, O Castro y A Bandeira. Entre ellos destaca el primero citado, datado entre el siglo I a. C. hasta el siglo I, situado en las proximidades de la cumbre del monte, supone una de las muestras más significativas de la Cultura Galaico-Romana de Galicia. La cultura de los castros fue diluyéndose con la creciente romanización. Los pobladores los fueron abandonando y comenzando a asentarse en los valles para poder cultivar la tierra. De la época romana encontramos restos en el mismo centro de la población, en el lugar de Saa, en O Castro y en Pintán. Después del siglo V llegó la conquista de los suevos que prolongarían el bienestar romano, sin dejar evidencias arqueológicas y documentales. En la Alta Edad Media por la comarca del Bajo Miño se asentaron comunidades religiosas cristianas en varios cenobios, siendo los primeros referentes administrativos supeditados al obispo de Tuy. En tiempos de la reconquista y tras varias repoblaciones, el monarca Alfonso II concedió el coto de caza de la desembocadura del Miño al conde de Sotomayor, no obstante en la segunda mitad del siglo XI La Guardia y en mayor o menor medida la desembocadura del río Miño estuvo ocupado por pueblos normandos que escaparon a la dominación tanto del poder del Obispado de Tuy como de la autoridad del Rey García I de Galicia. A partir del siglo XII, La Guardia estuvo bajo el resguardo de los monjes cistercienses que se emplazaron en Oya. Entre sus documentos se da buena cuenta de la próspera vida comercial que tenía la localidad. Un período del que se hará el trazado urbanístico similar al de otras villas marineras gallegas como Bayona o Noya, con unas murallas en forma de triángulo, con un lado hacia el mar y en el vértice contrario la iglesia. A finales de la Edad Media la iglesia parroquial se amplía para adaptarse al crecimiento de la población. La cuestión demográfica será determinante en el siglo XVI con la irrupción de varias pandemias que causarán una pérdida en la población. Con licencia de Felipe II, los Sotomayor promueven un convento de comunidad de religiosas benedictinas independientes de la casa madre de San Pelayo de Antealtares de Compostela. El siglo XVII será crucial para la historia de La Guardia debido a las presiones beligerantes derivadas de la guerra de los Treinta Años. Se construye el castillo de Santa Cruz, una plaza militar conquistada por los portugueses en 1665. Con esta victoria La Guardia perteneció al Reino de Portugal durante tres años. De aquel tiempo también es una pequeña fortaleza ubicada en un pequeño islote en la boca del puerto, una construcción que recibía el nombre de Atalaya, elemento protagonista del escudo de la villa. En el marco de las guerras napoleónicas y en concreto la guerra de la independencia, la guerra contra los franceses, en 1809 una vez entrado Soult en Galicia y tras su fracaso en el intento de invadir Portugal por Valença do Minho cambia de estrategia e intenta cruzar el río por La Guardia, llegando el día 5 de febrero una vanguardia ocupando el castillo de Santa Cruz que había sido abandonado debido a la esterilidad de una defensa contra fuerzas tan bien preparadas, el grueso del ejército dirigido por Soult llegó el día 12, haciendo promesa de respetar vidas y propiedades haciendo montar guardia tanto en el convento de las monjas como en la casa parroquial. La población se "echó al monte" se dejó a mujeres e hijas en los altos de Burgueira y de la Groba, incluidas las monjas. Solo quedaron los varones que casi inmediatamente comenzaron a organizarse en milicias. La guarnición del castillo se dirigió hacia Caminha donde comenzó a planear una reconquista contando con el apoyo de las fuerzas portuguesas mientras que en La Guardia se llevaban a cabo operaciones de sabotaje y escaramuzas a modo de emboscadas en colaboración con vecinos de otros pueblos mientras que Soult esperaba la mejor ocasión para cruzar el río e invadir Portugal, cosa que no pudo por una crecida. Soult comenzó a inquietarse pues no llegaba el momento oportuno para la invasión a Portugal y porque las acciones de las "alarmas" (milicias) de la zona provocaba la pérdida de soldados, que fueron enterrados en el patio del colegio jesuita ubicado en El Pasaje, el mariscal tomó la decisión de irse el día 17 dejando una guarnición en el castillo; conocido esto las autoridades exiliadas en Caminha comienzan a organizar a los vecinos y planificar un asalto a la fortaleza. El día 10 de marzo cruzan el río 600 soldados portugueses al mando del coronel Serpa mientras que las "alarmas" guardesas se ponen bajo las órdenes del capitán Juan de Almeida e Sousa que venía con otros 50 soldados; al llegar al castillo y tras parlamentar el coronel Serpa con el oficial francés este decide arriar la bandera francesa y entregar la posición volviendo a ser izada la bandera española y restituida a Fernando VII. Las autoridades y personas distinguidas se reunieron y formaron una Junta de Defensa para reclutar hombres y organizar la lucha para la expulsión francesa de Galicia. Así pues La Guardia se convierte en la primera localidad en la que se arría por primera vez una bandera de Francia en el período napoleónico. Lo más importante ocurrido en los siglos posteriores fue el descenso del nivel de vida, un hecho determinante que llevará a mucha población a emigrar a América durante el siglo XIX, sobre todo a la Antilla de Puerto Rico. En 1845 se escinde el que hoy es el ayuntamiento de O Rosal, quedando La Guardia conformada en tres parroquias (Santa María de La Guardia, San Lorenzo de Salcidos y La Visitación de Camposancos). En la segunda mitad de este siglo se instala en el lugar de A Pasaxe un importante colegio jesuita.[4]​ El siglo XX estuvo marcado por la fractura social que supuso la guerra civil española. La Guardia se sumó rápidamente al golpe de Estado de julio de 1936, pero el conflicto se notó sobre todo en la represión de retaguardia, paseados, fusilamientos, campos de concentración, palizas, extorsiones y exilios. En Camposancos, en el ya citado colegio, las tropas franquistas instalaron en 1937 un campo de concentración que, desde el inicio de la sublevación, venían utilizando como centro de detención.[5]​ En la actualidad, superado el umbral del siglo XXI, La Guardia es una villa que sufre una reconversión encubierta en la que, tras una época de esplendor en el sector de la pesca, intenta transformarse, debido a su falta de tejido industrial, en un ayuntamiento dedicado a los servicios, sobre todo al turismo. Pero este giro económico ha supuesto que se volviera a producir una nueva oleada de emigración, esta vez a las islas Canarias. Esta problemática hace que sea un municipio con un censo sin apenas variaciones en muchos años.

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